Adiós.
Tantas noches me acosté sin saber porque me hacías tanto mal, como mañanas me levanté sin saber cómo salir de ahí.
Un día, dejé de intentar entenderlo y me di el permiso para dejar de querer que estuvieras ahí.
Hoy me levanto y veo mi mañana sin ti. Porque hoy, a pesar de que aún sigas ahí, ya no te miro ni me ocupo de ti.
(Nov. 17.4)