¡Y se rindió!

Y dejó de mover el aire, de empujar montañas y de cavar pozos de los que luego salir escalando.

Y se sentó, sin esfuerzo, sin erguirse, la dignidad le miraba extrañada desde fuera.

Y seguía, caminaba lento y sin sentido.

Ya no corría, ni a buscar ni a encontrar.

Decidió que el cansancio era tan grande que la frustración ya ni le cabía.

Hablaba poco, lento y pausado.

Ya no le conmovían los argumentos ni le asustaba no tenerlos.

Dormía largo y profundo, como el que sabe que desconectar libera.

Se cansó de cansarse. Se zafó del cansancio.

Se liberó de su obligación de ser y se dejó estar.

Se empezó a encontrar mal, muy mal, hasta que también dejó de buscarse mejor y después se encontró mejor, porque… se encontró en los otr@s.

Vio su reflejo en ell@s porque había dejado de huir.

 

(Ago.21.30)

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