Y dejó de mover el aire, de empujar montañas y de cavar pozos de los que luego salir escalando.
Y se sentó, sin esfuerzo, sin erguirse, la dignidad le miraba extrañada desde fuera.
Y seguía, caminaba lento y sin sentido.
Ya no corría, ni a buscar ni a encontrar.
Decidió que el cansancio era tan grande que la frustración ya ni le cabía.
Hablaba poco, lento y pausado.
Ya no le conmovían los argumentos ni le asustaba no tenerlos.
Dormía largo y profundo, como el que sabe que desconectar libera.
Se cansó de cansarse. Se zafó del cansancio.
Se liberó de su obligación de ser y se dejó estar.
Se empezó a encontrar mal, muy mal, hasta que también dejó de buscarse mejor y después se encontró mejor, porque… se encontró en los otr@s.
Vio su reflejo en ell@s porque había dejado de huir.
(Ago.21.30)